Periodismo LGBTIQ+ en Ecuador: aún hay enormes prejuicios por romper
Una encuesta realizada a 21 periodistas de la comunidad LGBTIQ+ recuerda los desafíos que aún deben enfrentar para romper prejuicios y ejercer su profesión sin discriminación.
07.08.2024
A María Gabriela Jaramillo, periodista guayaquileña, un colega le dijo que era lesbiana porque “nunca había estado con un hombre de verdad”. A Soraya Cortez, periodista bisexual, un colega en una radio manabita le hizo un comentario muy similar a ese, le dijo que él podría “hacerle cambiar de idea”. A José Luis Cañizares, el gerente de una radio quiteña en la que trabajaba no le dirigía la palabra por considerarlo “muy afeminado”.
Todos ellos tienen una cosa en común: son periodistas no heterosexuales. Todos tienen alguna mala experiencia que contar sobre su paso en los medios de comunicación.
Esa no es una realidad lejana a la mayoría de periodistas que son parte de la comunidad LGBTIQ+ que, en un momento u otro de sus carreras, han tenido que enfrentarse al prejuicio de una sociedad conservadora y machista.
Según una encuesta hecha por la Fundación Periodistas Sin Cadenas a 21 personas auotoidentificadas como parte de las diversidades sexogenéricas de Pichincha, Guayas, Azuay y Esmeraldas, 57% considera que fue víctima de discriminación en alguno de sus lugares de trabajo y 42.9% han tenido que esconder su orientación sexual.
La discriminación y homofobia, siempre presente
Cuando José Luis Cañizares se incorporó como copresentador y comentarista en Los Irreverentes, un programa de análisis político que fue transmitido en televisión nacional, los comentarios en redes sociales recaían sobre su orientación sexual: “mariquita”, “amanerado”, “maricón”, eran algunos de los calificativos que utilizaban para referirse a él.
“Todavía hay un rechazo de verte en espacios que ciertos sectores creen que no te pertenecen”, dice Cañizares quien posiblemente es el primer periodista abiertamente gay que es protagonista en un espacio de opinión política y análisis en la televisión ecuatoriana, aunque el espacio salió del aire el pasado 10 de junio.
Cañizares cuenta que apenas graduado de periodista, empezó a trabajar en una radio quiteña en la que dice, el gerente pidió que lo despidan “porque era muy afeminado”.
Eso lo supo después, cuando él ya no era parte del medio y una antigua compañera de trabajo se lo contó pero recuerda que el gerente jamás le dirigía la palabra. “Si necesitaba algo de mí, le pedía a otras personas que me pidieran. Él no me hablaba”, cuenta.
Adrián Contreras, periodista de Guayaquil, habla de una experiencia similar en un medio de su ciudad. “En el canal de televisión (en el que trabajaba) que era muy común encontrarse con, no diría yo con homofobia, pero sí con mucha burla, y mucha mofa. Salir del clóset dentro de un medio de comunicación televisivo, te exponía constantemente a la burla y la mofa”, dice.
Y esto, a pesar de que la encuesta de la Fundación Periodistas Sin Cadenas dice que 71,4% de periodistas consultados han tenido compañeros de trabajo que se autoidentifican como parte de las diversidades sexo genéricas.
El académico José Miguel Campi, decía en noviembre de 2022 a Periodistas SIn Cadenas que “cuando eres un hombre gay o una mujer lesbiana, gran parte de tu vida y de tus años formativos los pasas en el closet, entonces aprendes a camuflarte y esconderte como herramienta de supervivencia. Incluso cuando se sale del closet, uno sigue haciendo el ejercicio constante de querer asimilarse con el resto”.
Y esa puede ser una de las razones por las que hay periodistas que prefieren “camuflarse” en la heterosexualidad: si nadie pregunta, para qué decirlo, parece ser su premisa. “Cuando llegué a la radio, yo trataba de hablar diferente, verme como supuestamente debería verse un hombre pero nunca oculté lo que era”, dice José Luis Cañizares.
La constante explicación sobre su vida privada es algo a lo que varios de los entrevistados dicen haberse enfrentado. “Yo siempre trato de normalizar, o sea, yo de entrada, digo ‘ah, sí, no, mi novia tal cosa, mi novia está acá’, entonces creo que no doy espacio a que exista ninguna duda”, cuenta María Gabriela Jaramillo, periodista digital de un canal de televisión en Guayaquil.
Pero aquello que Jaramillo prefiere evidenciar de entrada, parece ser un privilegio para otros periodistas, como Soraya Cortez, una periodista manabita. “Mis colegas siempre me han sugerido ‘hay chicas bisexuales o lesbianas que no están exponiéndose ni mostrando afecto en la calle’ para conseguir trabajo, pero yo no quiero que se normalice eso en mi vida”, dice.
Cortez opina que su ciudad, Portoviejo, y su provincia, Manabí, son aún muy conservadoras y hay un peso muy fuerte hacia lo que no se adapta a ese conservadurismo. “La universidad que yo estudié, es ultraconservadora y sí creo que muchas veces me han demostrado que no he tenido una oportunidad en el periodismo por ser una mujer bisexual”, sentencia.
Cortez es parte de las estadísticas: de ese 38,1% de periodistas encuestados por la Fundación Periodistas Sin Cadenas que considera que ha sido difícil encontrar trabajo o mantenerse en uno debido a su identidad de género u orientación sexual y del 90,5% que considera qué no existen suficientes espacios para periodistas de las diversidades sexo genéricas dentro del ecosistema de medios ecuatoriano.
“Lo más complicado de ser gay es que no sales del clóset una vez, tienes que salir del clóset múltiples veces según los espacios que empiezas a habitar, por ejemplo, entras a un nuevo trabajo y piensas cómo voy a decir que soy gay o cómo les voy a hacer entender que soy gay para que no se manden un comentario o para que no estén diciendo alguna estupidez”, dice Cañizares.
Eso o mostrarse menos, ocultar una parte de lo que es, “no hablar de ciertas cosas”, dice Contreras, incluso cuando ya los compañeros o el entorno lo conozca; abrirse hacia una audiencia puede resultar más desafiante, sobre todo para quienes viven de la imagen que han construido a través de los medios.
“Los talentos de televisión se sienten muy amenazados por el hecho de ser francos sobre quiénes son, piensan que podrían rechazo por parte del público, una exposición quizás con su familia porque quizás no han salido completamente del clóset o de perder contratos”, opina Contreras.
Cañizares, quien no ha ocultado su orientación sexual desde que empezó a hacer contenido en sus redes sociales, cree que en su caso, fue precisamente haber construido un personaje público que no oculta su orientación sexual, que habla abiertamente de ella sin prejuicios, le permitió dar el salto a un medio tradicional.
“Fue gracias a mi trabajo en redes sociales que mi personaje ya existía y ahí llegué a Los Irreverentes, entonces ya no tenía sentido no ser yo; me estaban contratando conociéndome como soy y cómo me expreso”, dice, pero recuerda que cuando inició, antes de crear su personaje público, y trabajaba en una radio quiteña, “sí pensaban dos veces antes de sacarte” como figura del medio.
El desafío es aún mayor cuando eres transexual. Y las cifras de la encuesta así lo demuestran: 76,2% no han tenido nunca compañeros de trabajo trans.
Devy Grijalva, mujer trans y periodista freelance de 35 años considera que los medios tradicionales no son abiertos, tienen “una agenda anti derechos o provida” aunque reconoce que cuando ha sido invitada como entrevistada a medios nunca ha sentido un rechazo ni ha recibido comentarios negativos. Y añade que su trabajo como periodista se junta con la militancia por los derechos de las personas de las diversidades sexuales.
“Hablan de límites y entre el periodismo y el activismo y creo que para nosotros es como más complejo porque eso nos ayuda a nuestra organización social, nos ayuda también a contar nuestras propias historias y llevar nuestras identidades y orientaciones sexuales”, dice.
En un país conservador y machista, pocos medios le apuestan a las diversidades sexuales, ni como figuras con altos perfiles para exposición mediática o para ocupar cargos jerárquicos —66.7% de los encuestados no ha tenido ningún jefe de la diversidad sexo genérica— pero tampoco como temas de cobertura en los contenidos.
Aunque eso, no necesariamente es a propósito, dice Adrián Contreras, periodista en un diario de alta circulación nacional que pesar de ser un medio conocido “muy señalado por sexualizar y cosificar a las mujeres, por describir de forma incorrecta a los miembros de la comunidad glbti”, dice, le abrió las puertas para hacer una cobertura de las diversidades sexuales con un enfoque de derechos humanos.
“Se me abrió la oportunidad y el espacio para hablar de estos temas, del universo drag, de las marchas del orgullo gay enfocándolo un poco más en la sensibilización con temas sobre madres que van a la marcha a dar abrazos, o ala visibilidad de los derechos pendientes para la comunidad es sexo diversas”, dice.
Lo que plantea Contreras, basado en su experiencia, está estudiado. En el texto “Comunicación, periodismo y género”, los académicos Martín Oller Alonso y Palmira Chavero Ramírez hablan sobre Ecuador, la lucha de los colectivos LGBTIQ+, los medios de comunicación y analizan el comportamiento de la prensa local respecto a estas temáticas.
Los resultados de esta investigación revelan que la imagen que los medios muestran sobre las poblaciones diversas responde a algunas características como la caricaturización, su representación como un grupo homogéneo, dejando de lado que se trata de personas con diferentes identidades, orientaciones sexuales, problemas y necesidades; la invisibilización, la victimización, la exotización, el morbo, el sensacionalismo y, finalmente, una estereotipización en la que se presenta todo lo homosexual como algo negativo y peligroso.
Por eso, la posibilidad de Contreras de contarlo desde otro enfoque es un pequeño triunfo que desafía esos estereotipos y esa única forma de contar a la población de la diversidad sexogenérica.
Estar en medios siendo parte de esa comunidad es un constante desafío que a veces se siente como una lucha personal para encajar en un mundo adverso. Tanto Gabriela Jaramillo como José Luis Cañizares recuerdan el día que la Corte Constitucional dio luz verde al matrimonio entre personas del mismo sexo en junio de 2019.
Jaramillo cuenta que como parte de la web de un canal nacional, está acostumbrada a leer “todos los comentarios horribles y toda esa basura que te puede soltar la gente”, pero recuerda que en esa ocasión, su novia también los leyó. “Verla desencajada, viendo todo lo que decían estas personas, creo que fue la primera vez que sí fue un poco más personal”, recuerda.
Una compañera de la radio en que Cañizares trabajaba y conocida figura de televisión nacional entró, indignada por la decisión de la Corte. “Como ahora que todos se pueden casar entonces que se casen perros con perros, gatos con perros y gatos con gatos”, dijo la periodista, según cuenta Cañizares.
“Yo no podía creer que dijo eso en voz alta y nadie se inmutó”, cuenta.
Todos coinciden en que, en mayor o menor grado, persisten los prejuicios y discriminación dentro de los medios de comunicación hacia los periodistas de la comunidad GLBTIQ+, que siguen enfrentando desafíos significativos para ser aceptados plenamente en un entorno profesional dominado por una sociedad conservadora y machista.
Hay aún una deuda pendiente y urgente para transformar estos espacios en entornos inclusivos y respetuosos de la diversidad sexual y de género; no solo para que los periodistas puedan ejercer su trabajo en un entorno seguro si no también para que los temas relacionados a las diversidades puedan ser abordados con seriedad, rigor y conocimiento.
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