“Aunque muchos se resistan a verlo, periodismo LGBTIQ+ es periodismo”

Amenazas al oficio

La Fundación Periodistas Sin Cadenas recoge testimonios de colegas que enfrentan distintos desafíos. Este relato corresponde a uno de ellos, cuyo oficio se enfoca en las diversidades sexogenéricas.

Por Victor Hugo Carreño

24.06.2025

Soy un hombre gay —aunque últimamente reivindico el término marica— y también soy periodista. En los últimos cinco años me he enfocado en la cobertura de temas LGBTIQ+. 

Creo y defiendo un periodismo que se centre en las personas de las diversidades sexogenéricas, en nuestras distintas realidades y las discriminaciones y violencias que enfrentamos. Un periodismo que interpele al poder por no cumplir con nuestros derechos.

Las historias que he presentado en mis trabajos me atraviesan y aunque en ocasiones no son las realidades que yo enfrento, como marica me indignan, y como periodista, siento la obligación de exponerlas: las violencias que experimentan las mujeres trans en las calles o en las cárceles, los suicidios de adolescentes LGBTIQ+, las terapias de conversión, las cirugías de asignación de sexo a infancias intersex, el olvido estatal hacia quienes sobrevivieron a la criminalización de la homosexualidad… 

Pero pareciera que no importaran las constantes discriminaciones y ciclos de violencia que enfrentamos. Siempre hay obstáculos para posicionar los temas LGBTIQ+ dentro de los medios de comunicación —especialmente los tradicionales—, acceder a información y difundir los contenidos en una sociedad aún conservadora.

Los directivos aducen que no es noticia, las instituciones públicas no cuentan con datos o no responden pedidos de información, y hay parte de las audiencias que insinúan que los temas no son importantes.

El periodismo LGBTIQ+ cumple con la misma rigurosidad del periodismo político o económico, pero en los medios de comunicación, generalmente una cobertura profunda de temas LGBTIQ+ y con enfoque en derechos está ausente. 

En Comunicación, periodismo y género, los académicos Martín Oller Alonso y Palmira Chavero Ramírez exponen que la imagen de las personas LGBTIQ+ mostradas en los medios de comunicación responde a la caricaturización, la exotización, el sensacionalismo y morbo, y la estereotipación negativa.

A la hora de hacer un periodismo con enfoque en diversidades, aparecen muchos obstáculos. Cuando trabajaba para un medio tradicional, redacté un reportaje sobre lo que las trabajadoras sexuales trans enfrentaron en la pandemia. Allí contaba que por las restricciones y toque de queda, no podían salir a las calles a ganar su ingreso diario y llegaban incluso a pasar hambre.

En el texto, una de ellas denunció haber sido agredida por un policía que la encontró en la vía pública alrededor de las 10:00. La mañana era la única franja que tenían para salir a trabajar porque el toque de queda, en la etapa más crítica de la pandemia, iniciaba a las 14:00 y terminaba a las 05:00 del día siguiente. 

Cuando este trabajo periodístico se publicó, uno de los directivos del medio preguntó si el tema era noticia. No era la primera vez que lo hacía cuando se trataba de temas de género o diversidades. Yo me enteré por un mensaje de WhatsApp de una compañera, y lo primero que pensé es que ni siquiera leyó el texto; si lo hubiera hecho, habría estado claro que el reportaje sí era noticia, pues abordaba un problema estructural, con testimonios y datos, contrastación de fuentes y consultas a instituciones públicas. La pregunta, evidentemente, estaba cargada de prejuicio y rechazo.

Durante la reportería de ese trabajo llamé a un funcionario del área de Comunicación de la Policía para solicitar la versión de la institución por la denuncia de agresión. Su respuesta fue: “¿Qué son las mujeres trans? ¿Los mecos?” 

Su comentario violento evidenció la estigmatización contra las mujeres trans, sin siquiera ocuparse de lo importante: la agresión en la que supuestamente estaba involucrado un policía. Yo me tragué la indignación, hice un breve silencio y respondi: “dije mujeres trans».

Aunque en ocasiones me cuestiono el callar ante comentarios como estos, es agotador y frustrante explicar el significado de un término a una persona que no desea entenderlo: que use la palabra “meco” así lo evidencia. Además, ¿no son instituciones como la Policía Nacional las encargadas de velar por los derechos de todas las personas? ¿Por qué debo desgastarme discutiendo con una persona homofóbica o transfóbica que —en teoría— tuvo que haber recibido una mínima capacitación en derechos humanos y diversidades en la institución para la que labora? 

La violencia también llega desde los lectores o usuarios de redes sociales. Nunca faltan los comentarios en las notas que abordan estos temas: se refieren a “normalizar aberraciones” o nos tildan de “enfermos”; insinúan que nuestras identidades son vicios —“ojalá dejen esa vida”— o usan términos peyorativos, como “sopita”.

No importa si el reportaje incluye fuentes y testimonios crudos que expone problemas estructurales que evidencian la discriminación hacia un grupo de seres humanos. Lo importante, para muchas personas, es amplificar sus prejuicios y su odio.

Quienes hacemos periodismo LGBTIQ+, nos hemos expuesto a señalamientos de algunos colegas. A mí me han llamado “activista”, con una clara intención de situar mi trabajo por debajo del suyo. Yo respeto mucho la palabra activista y todas las implicaciones que hay alrededor. Tanto que no puedo nombrarme como tal, porque reconozco el trabajo de líderes y lideresas que trabajan todos los días  para hacer incidencia en políticas públicas, organizar movilizaciones o protestas o poner el cuerpo para pedir justicia, incluso arriesgando sus vidas. Y el periodismo puede ser aliado de este necesario activismo, pero debe guardar distancias. 

Y aunque muchos se resisten a verlo, periodismo LGBTIQ+ es periodismo porque busca historias que han sido invisibilizadas; las investiga, las verifica, las contrasta. Con rigor y veracidad, expone casos de vulneraciones de derechos y pide respuestas al Estado y presenta realidades que sufren el impacto de la ausencia de políticas públicas.

Por eso para mí, hacer este tipo de periodismo también es una forma de resistir  y de disputar espacios que hasta hoy se nos siguen negando.





Publicado el Amenazas al oficio
Red de Periodismo de Investigación