La contaminación minera en Ecuador amenaza a miles de habitantes de Perú
Residuos mineros, desechos industriales, aguas servidas y residuos sólidos generados en Ecuador han contaminado el río binacional Puyango-Tumbes. Cerca de 700 mil habitantes de la zona fronteriza entre Ecuador y Perú consumen agua contaminada de ese río, pues esa es su única fuente hídrica. Los servicios básicos en los dos países escasean o faltan y las autoridades de los dos gobiernos han condenado a estas poblaciones a la enfermedad y a la pobreza.
26.09.2022
Esta historia no es nueva. El río Puyango-Tumbes ha recibido contaminación minera desde el siglo XVI. Cuando los españoles llegaron a lo que hoy es el cantón Portovelo, en la parte alta de la provincia de El Oro, en el sur de Ecuador, fueron tras los rastros del oro que se asomaba entre las rocas y las playas de los ríos.
Esta zona había sido territorio de los Paltas, un pueblo de guerreros preincas que habitó la franja sur del actual Ecuador y que fue prácticamente doblegado por el imperio Inca. Pero antes de ser derrotados, los Paltas desarrollaron la agricultura a orillas del río Puyango.
Según el historiador lojano Felix Paladines, el río recibió su nombre de ese pueblo. En la lengua palta —explica Paladines en su libro Identidad y Raíces, publicado en 2005— , el término puyango se traduciría al español como lanza fuerte, (puya=lanza y ango=fuerte).
Hacia el lado de Perú, el Puyango toma el nombre de Tumbes, una referencia directa a los Tumpis, otro pueblo preinca que se caracterizó por sus destrezas en la navegación. Los Tumpis vivían de la pesca, la agricultura y el comercio. El río, para unos y otros, era el mismo. Era, además, la fuente principal de su alimentación y representaba el sustento fundamental de sus vidas.
Cinco siglos después, aunque cambie de nombre, el Tumbes es el mismo Puyango y la frontera que hoy separa a Ecuador de Perú es solo una línea invisible que no filtra la contaminación acumulada en sus aguas. El Puyango-Tumbes es considerado hoy un río muerto.
Toneladas de residuos mineros de Ecuador terminan en el río
La cuenca del río Puyango-Tumbes está rodeada por terrenos montañosos que registran altitudes de hasta 3.500 metros sobre el nivel del mar. El caudal medio del río es de 106 metros cúbicos por segundo.
Sus cuatro principales afluentes son los ríos Calera, Amarillo, Lius y Ambocas. Estos forman el Pindo, que a su vez es afluente del Puyango. La cuenca abarca una superficie total de 5.494,57 kilómetros cuadrados, de los cuales 3662,55 (66.7 %) pertenecen a Ecuador y 1,832,02 (33.3 %) a Perú.
Más de quinientos años después de que los conquistadores españoles se dejaran seducir por esos primeros hallazgos de oro, las cosas no han hecho más que empeorar. A finales del siglo XIX, la minería en esta zona era ya una industria prometedora.
La empresa South American Development Company (Sadco) explotó las minas de Portovelo desde 1896 hasta 1950, sin restricciones ni regulaciones estatales. Hoy, desde la parte alta de la provincia de El Oro, los mineros dejan caer los relaves al río Calera que pasa por el poblado de El Pache. Los desechos llegan rápidamente al río Amarillo que cruza por el centro de Portovelo
Roy Sigüenza, escritor, cronista y encargado del Museo Minero de Portovelo, explica que en la época colonial, el río Amarillo contenía «oro fluvial», y a eso debe su nombre. En un documento histórico que reposa en los archivos del museo, consta que el río Calera primero se llamó Pacha, pero luego, los españoles lo bautizaron como Calera, pues en sus orillas había una mina de cal que fue explotada por la Sadco.
Hace más de ocho décadas, el historiador, científico, médico y exdiputado riobambeño Ricardo Paredes, en su libro Oro y Sangre en Portovelo, publicado en 1938, ya recogió detalles sobre afectaciones a la salud de la población de la zona debido a los desechos mineros arrojados al río Amarillo sin medidas de control.
“En lo que respecta a Portovelo, podemos incluir en la primera categoría a las enfermedades debidas a una intoxicación por sustancias empleadas en el laboreo de minas. Ante todo, la intoxicación crónica por cianuro de potasio, veneno activísimo igual al mercurio, anhídrido carbónico y cal, que sirven para el precipitado metálico o tierra mineral”, se lee en el libro.
En 1970 —continúa Sigüenza— , se instalaron varias plantas de beneficio a orillas del Puyango sin que las autoridades tomaran medida alguna para contrarrestar los indicios de contaminación. De hecho, muchas autoridades han sido las principales impulsoras de la actividad minera. Estas plantas servían para procesar cuarzo y extraer mayor cantidad de oro.
“Sin ningún control se vertían los residuos mineros sobre los afluentes”, aclara el historiador. Con el paso de los años, el incremento de las actividades extractivas aceleró aún más la presencia de cianuro, mercurio, plomo, arsénico y cadmio en los ríos Calera y Amarillo.
Casi medio siglo después, un estudio realizado en 2017 y publicado en 2018 por la Dirección Regional de Salud de Tumbes (Dires) demostró que los residuos mineros tóxicos o relaves mineros producidos en tierras ecuatorianas habían contaminado ya toda la cuenca hidrográfica transfronteriza del río binacional Puyango-Tumbes.
El catastro minero más actualizado en Ecuador revela la ubicación de todas las concesiones reconocidas por el Estado y su proximidad geográfica con el territorio peruano.
Los resultados del análisis del agua utilizada en 13 distritos del departamento peruano de Tumbes demostraron que esta no era ya apta para el consumo humano. En los distritos tumbesinos de Corrales, Los Cedros y Zorritos se encontraron altas cantidades de plomo y arsénico.
En los distritos de Matapalo, Papayal, Zarumilla, Aguas Verdes, Tumbes, Casitas, Punta Sal, Pampas de Hospital y San Juan de La Virgen, los niveles de plomo, hierro y manganesio superaron los estándares internacionales. En San Jacinto se registró exceso de plomo, arsénico, antimonio, manganesio y hierro. En general, el análisis reflejó que el agua suministrada a los hogares de todo el departamento de Tumbes era un veneno. Pero nada ha cambiado.
En 2022, la misma Dires presentó un reporte con nuevos análisis y declaró en emergencia sanitaria los sistemas administrados por las Juntas Administradoras de Servicios de Saneamiento (JASS), advirtió de su responsabilidad a las Empresas Prestadoras de Salud (EPS) y ordenó a la Autoridad del Agua realizar un «inventario urgente de las fuentes aptas para el consumo humano en la región Tumbes».
El estudio confirmó una vez más que «hay una salinización de los acuíferos que actualmente provee[n] agua para consumo humano». Así mismo, ordenó que la Dirección Ejecutiva de Epidemiologia / Salud de las Personas implemente «una vigilancia sanitaria de las personas que presentan enfermedad por el consumo de agua con metales pesados; la razón es el alto riesgo causado por el consumo de agua procedente del río Tumbes con valores de plomo y arsénico por encima del LMP (límite máximo permisible por las autoridades de Perú)».
Maritza Crisanto García, secretaria de la organización peruana The Mar, explica con preocupación que la contaminación ha seguido el curso del río hasta llegar incluso al Océano Pacífico.
«Aquí en Tumbes, no podemos sembrar, producir, consumir o exportar productos agrícolas con esa agua contaminada. Aquí no hay peces ni pesca, el agua se encuentra totalmente contaminada, se mete la mano y se saca un barro de color plomo, por los metales pesados. Nosotros queremos sembrar para mejorar nuestra economía y no se puede».
Lo que los campesinos siembran y logran cultivar se daña enseguida. Incluso parte del manglar ha comenzado a morir, las conchas y los cangrejos han comenzado a desaparecer. «Las autoridades del gobierno del Perú tampoco hacen nada por solucionar el problema. Tenemos que unirnos para curar este río. La documentación va y viene todos los días, pero son documentos guardados», reclama la mujer.
Un recorrido realizado por un equipo de la Fundación Periodistas Sin Cadenas confirmó que la contaminación hídrica proviene de Ecuador y que se extiende a lo largo de 358 kilómetros, aproximadamente, siguiendo el cauce del río desde Portovelo hasta el departamento de Tumbes, en la costa norte del Perú.
De acuerdo con el censo nacional de 2010, la cuenca del río Puyango está habitada por 471 246 personas mientras que en Tumbes viven 237 687 personas. En total, se estima que alrededor de 708 933 personas sufren los efectos de la contaminación producida por las actividades mineras en Ecuador, de forma directa e indirecta.
De acuerdo con el Ministerio del Ambiente, Agua y Transición Ecológica de Ecuador (Maate), aproximadamente 10 mil personas están vinculadas a la actividad minera artesanal en Portovelo y en Zaruma.
Estas personas conforman asociaciones de entre 4 y 15 miembros, sean familiares o conocidos. En 2016, la entidad registró que 1 600 toneladas de relaves mineros se arrojaban cada día al río Calera y que cada año, 400 mil toneladas de desechos tóxicos contaminan el río Puyango-Tumbes. Solicitamos información actualizada al respecto pero el personal del Maate aseguró que no la tenía.
El turismo, la agricultura y la ganadería, desaparecen
Fredy Morocho, miembro del Colectivo por la Protección del Agua, en el cantón Portovelo, dice que los moradores del lugar son testigos frecuentes de los métodos que usan las industrias mineras.
“Quienes trabajan en la minería artesanal legal e industrial y en la minería ilegal vierten aguas residuales no tratadas por las minas y plantas de beneficio minero; donde se tritura y lava el material aurífero, [vierten los desechos] directamente al cauce del río Calera, sin ningún tratamiento o proceso ambiental. Cada día, grandes cantidades de relaves mineros con aguas ácidas y residuos de lixiviados tóxicos contaminan el agua del río Calera que termina uniéndose al Puyango”.
Las plantas mineras tienen la capacidad de procesar de 10 a 50 toneladas por día y emplean métodos gravimétricos y de amalgamación para recuperar el oro del concentrado. Las arenas o relaves son tratados por cianuración.
Para Sonia Gonzaga Vallejo, docente investigadora de recursos hídricos y calidad del agua de consumo de la Universidad Técnica Particular de Loja (UTPL), en los ríos que desembocan en el Puyango-Tumbes “existe una contaminación en parámetros físicos, químicos y microbiológicos, lo cual deriva en enfermedades de varios tipos que producen afecciones crónicas como el cáncer, generado por el cianuro; químico que se acumula en los organismos vivos mediante la cadena atrófica”.
Gonzaga —quien lleva 17 años como docente universitaria— cree que el río Calera y el río Amarillo “no pueden ser utilizados en ningún proceso agrícola o productivo. Los metales pesados y el cianuro producen la muerte de todo ser viviente en el río”. Gonzaga cita sus investigaciones y destaca que en estos ríos se registran 3,13 miligramos de oxígeno por cada litro de agua, cuando la medida normal, asegura , debería estar por encima de los 5 miligramos de oxígeno por cada litro.
De acuerdo con la normativa INEN para el diseño de sistemas de agua potable y disposición de aguas residuales en Ecuador, en las poblaciones mayores a 1 000 habitantes las cantidades de metales pesados permitidas en el agua de consumo son: en el hierro 50 miligramos por cada litro de agua (mg/l), plomo 0,05 (mg/l), arsénico 0,05 (mg/l), cadmio 0,01 (mg/l), cianuros 0,2 (mg/l), manganeso 5 (mg/l).
Sin embargo, todos estos parámetros se han superado, de acuerdo con los estudios de Gonzaga. Investigaciones de la Universidad Nacional de Tumbes, la Universidad Nacional de Loja, la Universidad Técnica de Machala, la Universidad Politécnica Salesiana, la Universidad Técnica Particular de Loja, la Universidad Andina Simón Bolívar, la Universidad Estatal de Milagro y la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) refuerzan esos datos.
El Maate confirmó a este equipo periodístico que en 2021 realizó inspecciones de control y seguimiento a 34 concesiones mineras y 103 plantas de beneficio minero ubicadas en el corredor minero Zaruma-Portovelo. En el 2022 hizo lo mismo con 93 concesiones y con 99 plantas. Con los resultados obtenidos, en junio de 2022 se suspendieron 43 concesiones mineras, se iniciaron 14 procesos administrativos sancionatorios a concesiones y otros 7 a plantas de beneficio minero.
De acuerdo con un documento enviado por correo electrónico, hasta la fecha, el Maate ha registrado 54 plantas de beneficio minero ubicadas en las orillas del río Calera, en El Pache, de las cuales 16 no contaban con la licencia ambiental correspondiente, según lo dispone el Art. 26 de la Ley de Minería.
Pero las sanciones no bastan y, además, llegan tarde. Puyango es un cantón fronterizo de la provincia de Loja muy conocido por su bosque petrificado. Goza de un clima cálido, con temperaturas promedio de 26 °C, y ha sido históricamente un gran atractivo turístico. Daniel Apolo —ingeniero agrónomo de 27 años— creció en la parroquia Limo de este cantón del sur de Ecuador y recuerda que antes el río era codiciado por turistas provenientes de la costa, sobre todo desde la ciudad de Machala.
Las familias planeaban salidas de pesca y disfrutaban de baños y comidas al aire libre, “pero ahora, el agua es inservible, casi no hay peces y no se puede ni lavar ropa”.
Roy Sigüenza también recuerda al río Calera como un balneario muy popular para las comunidades de la parte alta de la provincia de El Oro, tanto de Zaruma, como de Portovelo y de Pacha.
«Era muy normal ver chacras de maíz y maní en las riberas del río, las personas en el curso del río construían trampas para pescar, era un pequeño mercado, un pequeño almacén, una pequeña huerta agrícola y acuícola que servía para la alimentación y recreación de la gente. Como paisaje en sí mismo, era precioso».
Apolo ha comprobado el deterioro actual de las tierras en relación con lo que vivió su familia. Su padre y sus abuelos también fueron agricultores que crecieron junto al río. En estas tierras sembraban yucas, hortalizas, fréjol, maíz, y criaban ganado, pero ahora —reconoce con frustración— es casi imposible pensar en la agricultura y en la ganadería como fuentes de sustento.
Oscar Córdova, un vecino de Apolo, en el barrio La Noria, le ha contado sus problemas: «Cuando las vacas se encuentran en período de gestación y beben el agua del río Puyango, tienden a abortar sus embriones, pero cuando los animales toman agua de la quebrada, montaña arriba, y se encuentran gestando, los terneros nacen con normalidad».
Apolo llama la atención por los sedimentos que ha encontrado en el agua del río. Un sedimento de roca de color gris ̶ aclara ̶ que da hasta la rodilla o hasta la zona alta de la pierna; «cuando uno ingresa al agua y luego sale, se siente una sensación pegajosa en la piel».
Nos están tirando a matar
Tumbes es un territorio casi completamente llano. Se caracteriza por su clima cálido tropical y semihúmedo. La temperatura promedio es de 28 °C y ocupa una superficie de 100,15 kilómetros cuadrados.
Según Celestino Merchán, «los terrenos son de gran potencial agrícola, pero necesitan de agua para el riego y si el río Tumbes no estuviera contaminado, sería la fuente de abastecimiento hídrico para poder cultivar todo este inmenso territorio», reflexiona este agricultor.
Quienes viven en Tumbes están propensos a sufrir enfermedades diarreicas agudas, anemia y varias formas de cáncer porque estas normas no se cumplen. Según el informe Nº 003-2017 de la Dirección Regional de Salud de Tumbes, ya se declaró en emergencia a 11 sistemas de abastecimiento hídrico en 2017 y se destacó en el documento que la contaminación con plomo y arsénico de las aguas de Tumbes estaba vinculada con las actividades mineras en Ecuador.
«Nos están tirando a matar lentamente”, dice María Mena Peña, una agricultora de mirada amigable y piel morena. Cuando era niña —recuerda la mujer ya entrada en los sesentas— trabajaba en la huerta de su padre. Hoy todavía siembra arroz, fréjol, tomate, camote y yuca, muy cerca de la desembocadura del río Tumbes en el océano Pacífico, a pesar de que sabe que tendrá que regar sus sembradíos con agua mala.
«Esta agua ya no vale para cultivar porque cuando se riega el arroz y se seca, alrededor de las plantas queda un sedimento de color plomo, como si fuera ceniza, de tres centímetros, más o menos». Hace medio siglo, María se bañaba y lavaba la ropa en el agua cristalina del mismo río. Su padre pescaba bagres mientras ella y sus amigos se divertían nadando. «Aquí ahora la gente se enferma de la barriga, [tiene] cálculos, cáncer», se lamenta.
Debido a la contaminación del río Tumbes, en San Juan de la Virgen —otra localidad del departamento de Tumbes—, el cacao y el arroz no cumplen su ciclo normal de desarrollo. Muchos se malogran antes de madurar y los que llegan a estar listos para ser cosechados son de mala calidad, explica Francisco Barreto Silva, presidente de la Confederación de Agricultores del Perú y técnico agropecuario.
En Tumbes —añade el especialista, para brindar mayor contexto— existen las condiciones para cultivar banano, yuca, camote, arroz y cacao en grandes cantidades, inclusive para exportar, pero por falta de agua para el riego esto no es posible. Barreto cree que el perjuicio es integral, incluso los manglares están desapareciendo. “Ahora es imposible hacer turismo porque todo esto está muriendo. Las garzas y las fragatas ya no pueden consumir su alimentación del río (…); hasta por Sullana y Piura ya se sienten los efectos de la contaminación”.
En Tumbes no hay mecanismos para reducir o eliminar los metales pesados del agua del río ni tampoco hay procesos adecuados de potabilización y las autoridades no han mostrado interés en solucionar estas adversidades desde su raíz.
“No hay una planta especializada en nuestro departamento para que logre separar los metales pesados del agua doméstica”, explica Carlos Barranzuela Granda, ingeniero agroindustrial, subgerente de Recursos Públicos y jefe del Departamento de Medio Ambiente del distrito San Juan de la Virgen. El principal problema del municipio —confiesa— es la falta de financiamiento. Los habitantes del norte del Perú se ven obligados a almacenar el agua contaminada del río Tumbes en cisternas para poder beberla y utilizarla para sus actividades comerciales y atender sus necesidades básicas.
Antonio Calderón, un campesino que trabaja en plantaciones bananeras, se queja de la comezón que le provoca el contacto de su cuerpo con el agua del río y de las promesas incumplidas por los gobiernos de Ecuador y de Perú que —dice— se han reunido en la línea de frontera en muchas ocasiones para ofrecerles soluciones que nunca llegan.
Este agricultor de 35 años cruzó el río en una boya negra —los habitantes de la zona llaman cámaras a estos tubos inflados— , vistiendo tan solo un pantalón corto, para encontrarse con el equipo de la Fundación Periodistas Sin Cadenas. “Somos agricultores que tenemos nuestras chacras al otro lado del río y tenemos que cruzar en estas cámaras para cuidar la siembra, pero las autoridades eso no ven. Nosotros hacemos un esfuerzo para poder sembrar y corremos peligro al nadar por estas aguas contaminadas”.
Así como Antonio, todos los habitantes de San Juan de la Virgen tienen que cruzar el río en boyas para trabajar. Son alrededor de 25 o 30 agricultores los que cultivan sus productos con agua de un río muerto con el que tienen contacto fisico a diario.
«Por eso cae la sigatoka y los bananos no se desarrollan, se caen a medio crecer, a los cultivos le caen muchas plagas; el agua viene contaminada del Ecuador —denuncia Antonio— , las minas están arrojando todas esas suciedades al río y las autoridades tienen que ver eso para que el agua ya no venga tan contaminada y se afecte a nuestras parcelas. ¡Nos están matando, pues!».
Manuel Pérez Vinces, otro agricultor de San Juan de la Virgen, a sus 53 años, lucha a diario con su siembra de plátano y banano y asegura que sus chacras ya no producen «porque el agua del río que sale de allá, de Ecuador, viene contaminada.
La siembra de maíz y de camote ya no quiere producir —añade, ayudándose del gesto con el que señala al norte, hacia ese país vecino llamado Ecuador— ; el agua viene ploma y oscura de tanto metal pesado que tiene, el mercurio mata todos los peces y cuando uno se baña en aquel río, le pica el cuerpo de tanto plomo. ¡El río me mató los cultivos!», exclama.
Celestino Marchán Santa Inés, agricultor bananero, y Santos Alberto Eduardo Albarán, secretario de la Asociación de Agropecuarios de San Juan de la Virgen coinciden en estos reclamos. Las grandes pérdidas agrícolas incluso comprometen el pago de los préstamos que el Banco Agrario del Perú ha entregado a los agricultores de Tumbes, pues la contaminación echa a perder las cosechas y el banco termina embargando y rematando las tierras.
«Sabemos esto porque todos los días llegan agricultores a la Federación para buscar algún tipo de ayuda y contar su caso», cuenta Constantino Rocío Marchán, abogado y secretario de la Federación de Agricultores del Perú.
Un largo historial de advertencias científicas
Un estudio de 2021 de la Universidad Nacional de Trujillo analizó el organismo de un grupo de estudiantes de la Universidad Nacional de Tumbes y comprobó que los niveles de plomo encontrados en la sangre de esos estudiantes no tenían precedentes.
Los resultados permitieron colegir a los investigadores que «toda la población de alumnos residentes en el distrito Corrales se encuentran contaminados», con valores más elevados que lo que se había registrado en la misma zona años antes. Las advertencias del estudio citaban posibles «alteraciones neuromotoras, detrimento irreversible de la inteligencia, problemas de conducta y bajo rendimiento en el aprendizaje».
Daniel Pacheco, médico internista del área de Clínica del Hospital Zonal Isidro Ayora de Loja, trata a varios pacientes intoxicados por estas causas. El profesional explica que el drenaje minero es una de las principales fuentes de contaminación del agua. Pero, ¿cómo llegan a afectar nuestros órganos los metales pesados que consumimos en el agua contaminada?
«El problema radica en que existe una acidificación del agua y cuando se llega a tal grado de acidez se produce una serie de bacterias que aceleran los procesos de acidificación y oxidación, el agua va arrastrando y llega a los ríos, a las lagunas, y puede afectar a la fauna que consumimos, como los peces. Además, (…) deriva en enfermedades como ciertos tipos de cáncer, como la leucemia, problemas gastrointestinales y en la piel», explica Pacheco, quien también es docente de medicina interna en la Universidad Técnica Particular de Loja.
Pacheco asegura que las enfermedades autoinmunes causadas por consumir altas cantidades de plomo pueden aumentar debido a la presencia, en particular, de mercurio, plomo y otros tóxicos como el arsénico, el cadmio, el berilio.
El plomo consumido en altas cantidades se absorbe en el intestino y, una vez que llega a la sangre y se aloja en los glóbulos rojos, se distribuye a órganos como el cerebro, donde puede producir encefalitis y convulsiones; también puede llegar a los riñones y causar insuficiencia e hipertensión arterial, puede atravesar la placenta de una mujer embarazada y causar daños en el feto; puede afectar a los dientes y a los huesos, donde se aloja durante muchos años y luego puede desatar una nueva intoxicación.
«Se han reportado casos de trastornos metabólicos, de trastornos endócrinos y de problemas en la infertilidad de la mujer ̶ explica Pacheco ̶ , incluso toxicidad cardiaca y trastornos dermatológicos por la exposición directa».
El biólogo Ernesto Gallo asegura que «el cadmio se acumula en los riñones y en el hígado por 30 años, causando un daño irreversible, y se transmite a través de las plantas, luego llega al consumo de las personas».
El mercurio es un bioacumulador que se encuentra en los seres vivos, genera efectos cancerígenos. El plomo produce saturnismo, una enfermedad que retarda el crecimiento de los niños y también el desarrollo del cerebro. El arsénico afecta directamente a los huesos y a los dientes y produce problemas cardiovasculares y respiratorios.
Una demanda ante la CIDH en contra de Ecuador
En noviembre del 2018, la Federación Nacional de Agricultores del Perú presentó una demanda en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) contra el Estado ecuatoriano. El presidente de la organización, Francisco Barreto Silva, cuenta que desde el 2003 los agricultores levantaron sus voces de reclamo ante fiscalías de Ecuador y de Perú.
Tras dos años de presión continua, en julio del 2020 la CIDH admitió la demanda y el 9 de diciembre de ese año Ecuador respondió a la CIDH “de manera ambigua diciendo que existe una posible contaminación y no por la cuestión de fondo, que es un serio y grave delito ambiental, el cual atenta contra la vida de miles de seres humanos y organismos vivos”, DICE Constantino Rocío Marchán.
Uno de los instrumentos en los que se ampara la demanda es el Protocolo de San Salvador, que en su artículo 10 garantiza el derecho a la salud y en su artículo 11 registra el compromiso de los Estados firmantes a garantizar el derecho de vivir y convivir en un medio ambiente sano, promover la protección, preservación y mejoramiento del medio ambiente y a contar con servicios públicos básicos como el agua potable de calidad y en condiciones aptas para el consumo humano. La CIDH no se ha pronunciado aún al respecto.
A estas alturas del siglo XXI, los herederos directos de los Paltas y de los Tumpis ya no son muchos, pero los miles de habitantes mestizos con raíces diversas que han poblado esta zona y han dedicado su vida a la agricultura y a la ganadería sienten que están siendo asfixiados por la minería. “Hagamos acto de conciencia —dice Celestino Marchán— , los pueblos de Perú y Ecuador son hermanos y jamás, pues, un hermano puede afectar a su otro hermano”.
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