Más de $US 40 millones invertidos en obras de alcantarillado que no concluyen en Quevedo

Red de periodismo

La contaminación del río y la falta de alcantarillado son dos problemas que afectan a la ciudad de Quevedo y se fusionan causando una ‘bomba de tiempo’. Cada ciudadano genera un kilo de basura al día, la mayoría de los desperdicios acaban en los esteros, ríos y basurales sin que exista una adecuada protección para el medioambiente y la salud. Además, una gran parte de la población quevedeña desconoce sobre los millonarios préstamos que se hicieron en tres administraciones municipales para la ejecución del alcantarillado y el sistema que se debe utilizar para controlar las aguas residuales, pese a ese exorbitante endeudamiento, la obra se encuentra inconclusa.

29.09.2022

Un total de US$ 41,23 millones invertidos en 36 proyectos de alcantarillado durante 11 años no han logrado subsanar la contaminación del río Quevedo. En marzo de 2011, el Gobierno Autónomo Descentralizado (GAD) del cantón Quevedo, capital de la céntrica provincia de Los Ríos, hizo la contratación más grande de su historia: US$ 20,14 millones para construir plantas de tratamiento y estaciones de bombeo para la primera etapa de alcantarillado sanitario y pluvial de la ciudad.

A esta contratación le sobrevinieron decenas más durante tres alcaldías, pero lo cierto es que hasta hoy los quevedeños no cuentan con un sistema completo de alcantarillado. 

Además, miles conviven con la contaminación, pues deben usar el agua del río –que atraviesa toda la ciudad- para su subsistencia, lo que les genera enfermedades y ha deteriorado su calidad de vida. El problema se agrava por la ineficiente recolección de basura y por el poco control de las autoridades sobre las empresas agroindustriales y mineras que también enturbian el afluente. 

Esta investigación hizo un recorrido documental por 36 contratos suscritos por la alcaldía de Quevedo y contrastó en territorio si cumplieron su objetivo, pues en el Sercop la mayoría de obras consta como “finalizada” a pesar de que la gente sigue atestiguando que, literalmente, “algo huele mal”.

No hay restricciones de acceso al lugar. Se puede ingresar y observar que la obra está parcialmente inconclusa. 

Por la provincia de Los Ríos atraviesan varios afluentes, como el río Vinces, Salto, Seco, Chilintomo, Ventanas, Catarama, Babahoyo, Ricaurte y el Quevedo.

Todos  van a dar a la cuenca del río Guayas, el más icónico del Ecuador. El ambicioso plan de alcantarillado pretendía ponerle fin a la gran problemática que aqueja a esta localidad de 220 mil habitantes desde siempre: la contaminación del río Quevedo a causa de los desechos residuales que provienen de las viviendas, comercios y agua lluvia y cuyos efectos narraremos en esta investigación. 

Sin embargo, han pasado más de 11 años desde la primera contratación y los resultados son parciales, considerando la magnitud del proyecto y su inversión.

La Fundación Periodistas Sin Cadenas accedió a decenas de procesos que detallan las licitaciones, adjudicaciones y contrataciones en torno a las obras que se ejecutaron en la primera etapa del proyecto sanitario para la ciudad de Quevedo.

También se solicitó información oficial para conocer el estado, plazos, avances y costos de las obras, pero el Municipio de Quevedo no respondió hasta el cierre de esta edición. 

El trabajo se desarrolló durante tres meses y se revisaron minuciosamente cada documento. Asimismo, se visitaron varias de las zonas que debían ser intervenidas.

LA PRIMERA FIRMA

Entre los recintos El Limón y Santa Rosa Mina de Oro de la parroquia urbana San Cristóbal, al este de Quevedo, solo existen dos grandes excavaciones en el lugar donde debían funcionar las lagunas de tratamiento de aguas residuales y desechos de la primera etapa del plan. Hoy solo vacas pastan allí. 

En marzo de 2011, el Municipio de Quevedo sacó a licitación el proyecto “Construcción de estaciones de bombeo y planta de tratamiento del alcantarillado sanitario I etapa de la ciudad de Quevedo”; el presupuesto referencial era US$ 18’006.266,16 con 450 días de plazo a partir de la firma, como consta en el documento subido al Servicio Nacional de Contratación Pública (Sercop).

El contrato se adjudicó a Eseico S.A. y se suscribió el 18 de abril de 2011. El valor total ascendió a US$ 20’145.416,65 y fue financiado por el Banco del Estado.

La obra comprendía:

  • La construcción de ocho estaciones de bombeo denominadas B1S, B2S, B3S, B4S4, B1Q, B2Q, B3Q y B4Q.
  • Una planta de tratamiento de desechos residuales.

En aquel entonces, la administración de la ciudad estaba en manos de John Rosendo Salcedo Cantos, quien fue elegido como alcalde para el periodo 2009-2014.

El monto se canceló con un anticipo del 40% y el valor restante, según consta en el contrato, se desembolsaría en mensualidades, siempre y cuando se comprobaran los avances de la obra. Aunque en el Sercop el proceso consta como finalizado, lo cierto es cuatro mil días después la ciudadanía quevedeña sigue esperando por el servicio de alcantarillado.

Para esta investigación, intentamos contactar al representante legal de la compañía Ecuatoriana de Servicios, Inmobiliaria y Construcción (Eseico S.A.), pero su página web y números de teléfono ya no están disponibles.

El presidente ejecutivo y representante legal de esta empresa desde el 2020 es Leonardo Galarza Izquierdo, de acuerdo con el Servicio de Rentas Internas (SRI) y la Superintendencia de Compañías. Los ingresos que la empresa registra en su estado financiero de 2011 coinciden con lo destinado a la obra.

UN ROSARIO DE CONTRATACIONES

Pero los US$ 20,14 millones invertidos no ha sido el único monto destinado a este proyecto, pues la municipalidad de Quevedo firmó 35 contratos más entre marzo de 2011 y marzo de 2021 que ascienden a US$ 21’088.396,27. Es decir, la inversión total destinada alcanza US$ 41’233.812,92. 

Por ejemplo, en el mismo periodo de Salcedo se desembolsaron US$ 589.392,66 adicionales para la fiscalización de la obra de ingeniería civil. El contrato fue adjudicado al consorcio S2ML Quevedo, en junio de 2011. 

Dentro del mismo proyecto, también se contrató un estudio de impacto ambiental para la primera fase de la obra de alcantarillado. Este rubro le significó al cabildo US$ 169.069,09 por los “servicios de consultoría para ejecutar los estudios de impacto ambiental del proyecto: construcción de estaciones de bombeo y planta de tratamiento del alcantarillado sanitario I etapa de la ciudad de Quevedo, cantón Quevedo”.

Esta consultoría fue adjudicada en noviembre de 2011.

En la parte alta del sector conocido como Santa Rosa Mina de Oro en encuentran parcialmente habilitadas unas lagunas de tratamiento de desechos. El área se muestra descuidada, no se evidencia custodia alguna.

En julio de 2012, el Municipio de Quevedo entregó un contrato más: la construcción de alcantarillado pluvial, aceras, bordillos y pavimento asfáltico en algunas calles de la parroquia San Cristóbal. El monto fue de US$ 3’360.916,22 y, según Sercop, estuvo a cargo de la constructora Vetore S.A. 

Después, en octubre del mismo año, la alcaldía habría adjudicado un contrato más para trabajos de alcantarillado pluvial, aceras, bordillos y pavimento asfáltico en la misma parroquia, por US$ 3’240.606,56.

La contratista fue la compañía Estudio Técnico Ingeniería Arquitectura S.A., Etinar S.A., aunque este contrato no consta en el Sercop y por ello no se contabiliza en el total invertido.

En julio de 2013, un nuevo contrato se firmó para la construcción de alcantarillado, ahora para la parroquia urbana El Guayacán. Estos trabajos tuvieron un costo de US$ 374.386,48 y se adjudicaron a la constructora Construmotion S.A. 

La lista sigue de largo. Aparte de estas cinco detalladas, existen 32 más que se suscribieron con el fin de dotar a la ciudadanía de alcantarillado. En total, 19 se firmaron durante las alcaldías de Salcedo y 17 en la de Jorge Domínguez (2015-2019). 

Sin embargo, en la actualidad y en la práctica aquello no se refleja, pues la mayor parte de la zona urbana de Quevedo aún queda bajo el agua en época de lluvia y muchos hogares todavía construyen pozos sépticos para sus desechos. 

Esta situación la conoce bien Mary S., una habitante de la parroquia Nicolás Infante Díaz, ubicada al norte de la ciudad. Ella cuenta que alrededor de 2017 llegaron trabajadores a su sector. La obra comprendía la instalación de ductos para lo que sería el alcantarillado en el sector Playa Grande, pero “nunca se hicieron conexiones domiciliarias, ahora esas tuberías solo tienen tierra, palos y basura”. 

La mujer, quien prefiere reservar su identidad, se lamenta de que la obra no haya concluido: “Esos ductos no nos sirven de nada, cada invierno se inundan las calles porque ese sistema no sirve ni para el agua lluvia. No hicieron una obra que sirva”.

Precisamente, en el 2017 el municipio lanzó otra convocatoria pública para adjudicar la implementación de obras complementarias en algunas parroquias, a pesar de que el sistema de alcantarillado no estaba funcionando cabalmente. 

BENEFICIARIOS IMAGINARIOS

En torno a estos trabajos, el entonces director del Departamento de Obras Públicas del Municipio de Quevedo, Carlos Basantes, indicó a diario El Río que habitantes de seis parroquias serían beneficiarios de la primera etapa de esta obra.

El funcionario dijo que 5.000 viviendas estarían conectadas al sistema de alcantarillado una vez culminadas las obras complementarias para las que se desembolsó más de US$ 2 millones. 

Los trabajos apuntaban a que los desechos de miles de hogares quevedeños serían dirigidos hasta las lagunas de oxidación ubicadas en el sector La Lola, en las afueras de la ciudad, en la vía a Babahoyo. Allí, si bien hoy existen las piscinas, estas no funcionan totalmente y el descuido es notorio. 

Según El Río, estas las piscinas tienen una vida útil de 50 años. El proceso de contratación para estos trabajos complementarios consta como “en ejecución” en el portal de compras públicas. 

John Salcedo terminó su primera alcaldía en 2014 y volvió al ruedo electoral en 2019; ganó una vez más a pesar de las obras pendientes. 

QUEVEDO SE ESTANCA EN LOS CONTRATOS 

En 2019, Salcedo retomó las contrataciones para las obras de alcantarillado y el 12 de noviembre de ese año firmó una nueva con el Consorcio Ciudad del Río para la obra de “asfaltado vial, alcantarillado pluvial y regeneración urbana de los sectores Los Sauces y La Salud, pertenecientes a las parroquias

El Guayacán y Siete de Octubre del cantón Quevedo, provincia de Los Ríos”. El costo fue de US$ 1’149.082,55.

El año 2020 no fue la excepción. Los contratos para la edificación de aceras, bordillos, alcantarillado… siguieron. Incluso, en octubre de ese año, durante la pandemia, el municipio suscribió un contrato por US$ 7,45 millones para la construcción de colectores en el sector San Camilo y para obras de rehabilitación en el sistema de alcantarillado. 

SEIS DE CADA 10 QUEVEDEÑOS NO TIENEN ALCANTARILLADO

 En el recinto La Gran Vía emplean bombas para que el agua del río llegue a los hogares. 

En este cantón riosense habitan alrededor de 220 mil personas, de acuerdo con el Instituto Ecuatoriano de Estadísticas y Censos (INEC), pero el 64% no cuenta con alcantarillado, según informó en un comunicado el Banco de Desarrollo del Ecuador (BDE) tras una visita realizada en mayo pasado a la obra de alcantarillado de San Camilo que fue financiada con fondos de esta institución. 

Una fuente, que por seguridad prefirió mantener la reserva, asegura que la inoperatividad de las últimas tres administraciones ha hecho que el río Quevedo se siga contaminando.

La fuente, que también es activista ambiental, afirma que en el agua del río no solo hay desechos domiciliarios sino también metales pesados desde hace muchos años, sobre todo porque a estas aguas llegan desperdicios de empresas agroindustriales y hasta químicos empleados en la  minería

Hasta ahora tres administraciones municipales (una repetida) han pasado desde que se inició el plan de alcantarillado, pero las aguas del río Quevedo se siguen contaminando con los desechos que provienen, incluso, de plantas industriales. Los ductos de aguas residuales continúan desembocando en el río a vista y paciencia de las autoridades.

Uno de los sitios donde se observa que los desechos líquidos desembocan en el afluente es en el malecón de la ciudad. Allí, Jaqueline C., de 31 años, solía observar peces nativos.

Eso ocurría en 2006, cuando el malecón de la ciudad era uno de los principales atractivos de la urbe: “Aquí venía con el papá de mi hija antes de que ella nazca y es triste ver cómo un sitio al que muchas personas de mi generación veíamos con alegría, ahora esté en esas condiciones. Ya no hay peces como antes”

Otras fuentes consultadas para esta investigación afirmaron que lo anterior es consecuencia directa del mal manejo de los recursos públicos que ha hecho que la ciudad aún no cuente con un servicio integral de alcantarillado: 

“Uno de los mayores problemas a los que se enfrentan los quevedeños es la corrupción, ya que muchos funcionarios públicos hacen mal manejo de los recursos pudiendo invertir en proyectos amigables con el ambiente.

Yo he hecho propuestas, pero no las han considerado, eso es muy triste para la ciudad”, expuso otra fuente que prefirió la reserva.

Si a esto se suma la deficiente disposición de los desechos a cielo abierto, que detallamos más adelante, se puede afirmar que Quevedo, en definitiva, es una “bomba de tiempo”.

Durante esta investigación, se intentó por distintas vías obtener la versión de Salcedo como alcalde actual, incluso a través de una solicitud de acceso a la información pública, pero hasta el cierre de esta edición no hubo respuesta.

CONTRATOS ENTRE 2011 y 2021

VIVIR RESIGNADOS A LA CONTAMINACIÓN

La dolorosa consecuencia de lo anterior es que la ciudadanía empieza a resignarse a vivir entre basura y malos olores.

Luis Ortiz teme que llegue el día en que haya agua por todas partes y ni una gota para beber. Su casa, construida de bloques, está en medio de lo que alguna vez fue un ‘brazo’ limpio del río Quevedo, en el recinto La Gran Vía de la parroquia San Cristóbal, a 15 minutos del centro de la ciudad.

Los habitantes del recinto La Gran Vía ven al río Quevedo como una fuente de agua indispensable para su diario vivir. 

Es sábado y la tarde es cálida, a diferencia de otros días en los que la intensidad del calor no permite siquiera sombrearse. Luis está afuera de su casa, meditabundo, observando el afluente y el anillo vial que se visualiza desde lo alto de la ribera del río Quevedo.

Mientras mira a los patos beber de un charco, cuenta que hace seis años, en lugar de cemento y carros, podían verse grandes extensiones de sembríos de cacao y banano, que desaparecieron con la construcción del anillo vial.

Una de las rutas -la más rápida- para ir a Quevedo desde allí es atravesar el río que lleva el mismo nombre de la ciudad. Los comuneros usan canoas como medio de transporte, y en menos de cinco minutos las familias llegan al anillo vial para luego tomar un bus que los traslade hasta el centro.

Mientras viajan en las canoas sobre el afluente, observan el paisaje, el color verde de los árboles se asemeja, en ocasiones, al agua verdosa del río cubierta de aceite, que además arrastra toda clase de desperdicios y que es utilizada para sus actividades diarias.

Luis es uno de los dirigentes de La Gran Vía, además de agricultor y pescador; es consciente de que el agua del río está contaminada “por los desperdicios que arrojan las empresas extractoras de palma africana, las bananeras y las aguas residuales”; por eso compra agua embotellada para preparar los alimentos en casa:

“Cuando tenemos dinero, compramos el agua, pero cuando no hay plata, la única opción es cocinar con el agua que viene del río y arriesgarnos a enfermarnos”, cuenta al explicar que allí habitan 20 familias que pescan en ese mismo afluente contaminado que ya ha acabado con varios tipos de peces:

“Antes recolectábamos 120 gavetas de pescados grandes, ahora solo alcanzamos a coger diez bocachicos; algunas especies como el bagre y el róbalo se han extinguido por la contaminación y la sequía del río”, afirma.

Mientras habla, Eva Chávez, otra habitante del sector, lo interrumpe para contar que debido al agua contaminada padecen enfermedades de la piel como “la ‘rasquiña’” que “no nos deja estar tranquilos”, pues “se enferman los niños y hasta nosotros los adultos hemos presentado picazón y manchas en la piel”, asegura.

La ‘rasquiña’ es un tipo de alergia que genera picazón en la piel y una sensación incómoda e irritante que provoca rascarse muchas veces, incluso hasta sangrar.

Pero los lugareños se han resignado a vivir así, pues geográficamente viven al extremo del río Quevedo y obligatoriamente deben atravesarlo para cualquier actividad, ya que la otra alternativa es cruzar el recinto en auto hasta llegar a la vía Quevedo-Valencia y luego recorrer más de 30 minutos. Lo más fácil es cruzar el río.

“En invierno es peligroso atravesar el río en canoa, muchas veces nos hemos caído y corremos peligro de ahogarnos”, dice Chávez; sin embargo, y pese al riesgo, no tienen otra opción.

Si la ciudad tuviera un sistema de alcantarillado completo, la contaminación sería sustantivamente menor. 

Luis Ortiz es un habitante del recinto La Gran Vía y se dedica a la pesca en el río Quevedo.  Actualmente se le dificulta conseguir peces en el afluente. 

UN MONUMENTO A LA BASURA

Vilma Yuliana Agosto tiene 38 años y siempre ha vivido a un kilómetro del botadero de basura de Quevedo. Para ella, el olor de los  desperdicios no es nuevo, es más, es parte de su cotidianidad. En el recinto Santo Rosa de Mina de Oro de la parroquia San Cristóbal de Quevedo, la contaminación se ha naturalizado, al igual que en el recinto El Limón, situado a pocas cuadras.

Una cerca natural de árboles separa a Santa Rosa y El Limón del monumento a la basura que atrae a gallinazos, gusanos, moscas y otros insectos que se alimentan de los desperdicios que llegan al botadero. Los habitantes están “resignados a su suerte”, no tienen otro lugar para vivir y  por eso aguantan la pestilencia del relleno sanitario donde funciona, además, la mancomunidad Mundo Verde.

Esta mancomunidad fue creada en 2016 con el objetivo de contar con un modelo de gestión integral y aprovechamiento de los residuos sólidos y sanear el daño ambiental generado en el botadero la Baldramina como resultado del mal manejo de los desechos.

21 cantones de tres provincias integran el proyecto: Quevedo, Buena Fe, Valencia, Mocache, Urdaneta, Puebloviejo, Ventanas, Quinsaloma, Palenque, Vinces, Babahoyo,  Baba y  Montalvo por Los Ríos; Las Naves, Echeandía y Caluma, por la provincia de Bolívar; Palestina, Juján, Balzar y El Empalme por Guayas, y  La Maná por la provincia de Cotopaxi.

Entre todos 1,26 millones de habitantes y generan 2.850 toneladas diarias de basura.

Hasta mediados de septiembre en el basurero Baldramina se depositaban los desperdicios de Quevedo y de otros cantones como Valencia, Buena Fe, Mocache y Quinsaloma, incluso de localidades de otras provincias como La Maná y El Empalme.

Diariamente, el relleno sanitario recibía 400 toneladas de basura, según los directivos de la mancomunidad que hablaron para esta investigación, lo que representa un incremento del 27,5% en comparación con las 290 toneladas que se recibían antes de la emergencia del Covid-19.

En un terreno destinado a la construcción de una planta de tratamiento solo hay maleza y vacas pastando. 

Según el excoordinador de Mundo Verde, Teófilo Veloz Wong, el relleno sanitario fue planificado como una celda, técnicamente diseñada para depositar temporalmente los desechos o residuos sólidos no peligrosos, los mismos que debía compactarse y cubrirse diariamente con material adecuado; sin embargo, aquello no ocurrió a cabalidad.

Después de 22 años, este botadero dejó de funcionar el 16 de septiembre luego de haber sido declarado en emergencia en el año 2020. 

Celso Fuertes, alcalde del cantón Valencia y presidente de la mancomunidad Mundo Verde, indicó que la nueva celda emergente está en el recinto Barro Colorado del cantón Mocache, junto a Quevedo, tiene una extensión de 49,46 hectáreas para un disposición final de residuos de diez años. El proyecto está en su primera fase, pero desde ya recepta la basura de seis cantones.

Durante la inauguración del nuevo relleno sanitario, Fuertes indicó que el botadero de basura de Quevedo ya cumplió su vida útil y se está trabajando en la reparación ambiental, principalmente en la remediación al estero El Limón y a las comunidades de la zona.

Víctor Guerrones, responsable del cierre técnico del botadero de Quevedo, dijo que el trabajo  inició a mediados de agosto y que tendrá una duración de cuatro meses. Sin embargo, habitantes del recinto El Limón y Santa Rosa desconocen sobre el cese del botadero y saben menos de la reparación ambiental.

AGUA INTOMABLE QUE SE TOMA

El hedor a basura descompuesta se percibe hasta las viviendas de Flor Vélez y Nelly Arriaga, ambas son vecinas del sector y pese a que se han acostumbrado a lidiar con el hedor del basurero, aseguran que es desagradable, especialmente a la hora de comer. 

Han vivido por más de dos décadas allí y saben que el agua que proviene del estero no solo es peligrosa para el consumo humano, sino también afecta a la naturaleza.

“Si usted riega las plantas con el agua del estero, se mueren; nosotros usamos agua de pozo y debemos hervirla para poderla beber aunque aun así no es segura”, cuenta Vélez y asegura que ningún funcionario ambiental ni municipal ha hablado con ella sobre las soluciones o propuestas para la contaminación que por más de 20 años ha dejado el relleno sanitario.

Camino a la casa de Gloria Chichande se observa la montaña de basura, una máquina retroexcavadora remueve los escombros de desperdicios mientras los gallinazos sobrevuelan en busca de alimentos.

Gloria conoce el sector desde hace 50 años, tiempo que vive en el recinto Santa Rosa. Antes de que se construya el basurero, el sitio era un área natural y no había un día en que ella y sus familiares no disfrutaran dándose un chapuzón en el estero.

Esa rutina fue cambiando con el pasar de los años hasta convertirse en un recuerdo. Ahora saben que sumergirse en el afluente sería un suicidio.

Gloria, al igual que Flor y Nelly, coincide en que necesitan información sobre los trabajos y el traslado del botadero, pues se enteraron de aquello durante la entrevista para esta investigación. 

“Por aquí no viene nadie, estamos abandonados por años, a nadie le importa en qué condiciones vivamos y cómo nos afecte la contaminación del agua, peor aún una remediación de ese basurero”, dice resignada. 

De su lado, Karina Herrera, una de las cuidadoras del botadero Baldramina, aseguró que “se está limpiando el basurero para realizar un cierre técnico” y que allí “ya no se está receptando basura”, pues “todos los desperdicios van al otro relleno sanitario que funciona en el cantón Mocache”.

MÁS ENFERMOS Y SIN SOLUCIONES

Cada vez que Vilma va a buscar agua del pozo ubicado en el patio de su casa, las dudas sobre la contaminación le asaltan: “Hace diez años, el Ministerio de Ambiente hizo un estudio del agua, en ese entonces nos dijeron que estaba buena para el consumo, nunca vimos los resultados, solo hemos creído en sus palabras”. 

A pesar de ello, ha sido testigo de cómo ciertas enfermedades han sido más recurrentes entre los habitantes del sector, entre ellas, tos, gripe y alergias. 

“Todos nos abastecemos del agua de pozos, en cada casa se ha construido uno porque en este sector no tenemos agua entubada”, añade.

 En uno de los espacios se puede observar a vacas pastando. Los trabajos en este sitio iniciaron en el año 2011 y fueron entregados en el 2013 como una obra finalizada.

A cinco cuadras de su casa, en el recinto El Limón, vive Milton Mejía, quien subiste de la agricultura, cría animales de corral y elabora carbón. A él le preocupa enormemente la contaminación del agua, pues durante el último aguacero el estero que pasa por su casa se desbordó:

“Toda esa agua contaminada arrastró a los animales y llegó hasta el pozo. Esa agua arrastra los residuos del basurero. Nosotros arrojamos cloro al pozo, y estoy seguro de que el agua que estamos consumiendo está con elementos químicos y tóxicos”, relata mientras señala el pozo.

Néstor Guanotuña, exfuncionario del Ministerio de Ambiente y experto ambiental, explicó a esta investigación que debajo del relleno sanitario hay un estero que absorbe el “cóctel” que se produce por la mezcla de residuos que se depositan allí.

El problema es que el estero atraviesa comunidades como El Limón y Santa Rosa, en la parroquia San Cristóbal, por lo que los habitantes se ven obligados a consumir esta agua a través de los pozos que cada familia ha construido.

“Estos sitios (rellenos sanitarios) deben cumplir con un control básico de los líquidos y lixiviados que se generan por el proceso de descomposición de los sólidos, así como de los gases producidos; estas sustancias pueden generar daños a los mantos acuíferos y al ambiente”, detalla el experto.

Guanotuña considera que las autoridades locales se han concentrado en trabajos superficiales, como proveer agua entubada o extraerla de pozos profundos o del río Galope, que es de donde proviene la mayor cantidad del líquido vital, “pero no en el tratamiento del agua desde la raíz”. De acuerdo con sus cálculos, alrededor del 80% del agua que usan las familias vuelve al río más contaminada por la falta del sistema de alcantarillado.

“El rol de los gobernantes del Municipio debe ser aplicar el tratamiento apropiado y que no se descargue al río aguas putrefactas y contaminadas”, pues cientos de familias se bañan en el río e incluso pescan. “Hasta quienes se dedican al cultivo de ciclo corto contaminan los esteros arrojando agroquímicos y matando las especies de peces de agua dulce”, añade Guanotuña.

En esto coincide Germán Jácome, catedrático de la Universidad Técnica Estatal de Quevedo y defensor del ambiente, quien considera que el río Quevedo no solo se contamina por los lixiviados que arrastra el estero de los recintos Santa Rosa y El Limón, o por las aguas residuales, que desembocan en el afluente, sino también por los fungicidas de las bananeras y los residuos de las minas existentes en el cantón La Maná (Cotopaxi).

“La contaminación del río Quevedo por la desembocadura de las aguas negras es un problema menor en comparación con los fungicidas de las bananeras y metales pesados extraídos en la minas (de La Maná) que terminan en el agua que todos bebemos y usamos para nuestras actividades diarias”, indicó Jácome.

 NO ES APTA PARA EL CONSUMO HUMANO

Loida Eunice Cuero Ordóñez, bajo la dirección de Julio César Pazmiño Rodríguez de la Universidad Técnica de Quevedo realizó un estudio sobre la incidencia de las descargas contaminantes en la calidad del agua del río Quevedo en el año 2016.

En él afirma que la caracterización fisicoquímica y microbiológica del río muestra contaminación del agua por “coliformes fecales y color en todos los puntos de muestreo ya que excedieron los límites máximos permisibles establecidos en el Tulsma (texto unificado de legislación secundaria de medio ambiente)”.

De acuerdo con los valores obtenidos en el río Quevedo, en el tramo entre el puente Velasco Ibarra y el puente Walter Andrade Fajardo, en el centro de la ciudad, el agua “no es apta para el consumo humano”.

A pesar de ello, el índice Dinius (un indicativo que señala el grado de calidad de un cuerpo de agua en términos del bienestar humano, independiente de su uso) establece la posibilidad de emplear las aguas del río para ciertas actividades de pesca y recreación.

LA MINERÍA, UN PROBLEMA MÁS

Maura Alarcón, presidenta del Consejo Parroquial de Quevedo, es también una activista ambiental y dice que hasta los últimos días de su vida luchará por un planeta saludable.

Tiene 65 años y toda su vida ha habitado en la calle Malecón, en el sector conocido como La Olla, en el centro de Quevedo. Desde que era niña ha vivido junto al río y lo describe como “su amigo, el que todos contaminan”.

Basta ubicarse al filo del malecón para observar las descargas de aguas negras que llegan al afluente. Desde esa misma orilla, Maura es testigo de cómo se extrae material pétreo del río, sobre todo piedras y rocas, lo que se suma a la lista de problemas que enfrenta el afluente.

Las retroexcavadoras y volquetes se ubican estratégicamente en el río. El “trabajo depredador” inicia con el operador de las retroexcavadoras, quien realiza al menos diez perforaciones hasta llenar un volquete de lastre (piedras y rocas) que luego son llevadas, supuestamente, a las comunidades para el mantenimiento de calles o la ejecución de obras municipales.

Al menos eso le dijeron a Maura cuando pidió información oficial al Municipio al respecto. Luego de varias semanas de espera, le indicaron que con ese material lastraron y relastraron calles y hasta se construyó un puente carrozable en la parroquia Nicolás Infante Díaz, ubicada al norte de Quevedo. 

Pero el problema crece porque en cada extracción de lastre o material pétreo los maquinistas van dejando huecos en el río, lo que se vuelve, además, una trampa inminente para los bañistas.

¿HAY SOLUCIÓN?

Para Guanotuña, una de las soluciones sería encontrar alternativas que ayuden a mitigar el problema de la contaminación, como retomar los laboratorios de análisis ambiental que antes visitaban las provincias, además de cumplir con las normas ambientales y los límites de contaminación.

“Actualmente, la Dirección Provincial de Ambiente de Los Ríos ya no existe y políticas como esas no favorecen al ambiente”, dice Guanotuña, quien cree además que los gobiernos locales deben aplicar las ordenanzas.

Afirma que ellos son autoridad ambiental cooperante y pueden incorporar en su administración  a ingenieros técnicos, químicos y biólogos forestales para que hagan un trabajo de control, “un trabajo de sensibilización para que este tipo de información llegue a la comunidad”.





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