Vivir en Durán o cómo sobrevivir en medio de las balas
En Durán, uno de los cantones de la provincia del Guayas, sus habitantes han aprendido a sortear la violencia que se ha vuelto cotidiana. Su ubicación geográfica, el asentamiento de bandas del crimen organizado que se disputan el territorio y la falta de acción estatal, han convertido a esta ciudad en una zona de riesgo permanente para sus habitantes.
28.11.2023
Jaime, de 38 años, se salvó de que una bala impactara en su cabeza mientras se dirigía a una tienda a tres cuadras de su domicilio, en el sector de Colinas del Valle. “La bala pasó muy cerca de mí”, dice.
Es el testimonio de uno de los habitantes de Durán, la octava ciudad más poblada del país con poco más de 300 mil habitantes y convertida hoy en territorio de disputa del crimen organizado. Con un índice de más de 300 muertes violentas entre enero y noviembre de 2023, sobrevivir se ha vuelto un desafío diario.
Jaime ha vivido toda su vida en Durán, cerca del Cerro las Cabras, una zona muy empobrecida. Es padre de un niño de 4 años y junto a su esposa, Jenny, tratan de cuidarlo física y emocionalmente.
“Hice lo que todos hacemos en una situación así, tirarme al piso. Solo pensé en mi esposa y mi hijo. Ahora cada vez que llego de mi trabajo o me dirijo a algún lugar lo primero que hago es mirar a todos lados y caminar rápido porque ya no se sabe en qué momento puede ocurrir algo”, cuenta Jaime.
Desde aquel día en que casi se convierte en víctima de la violencia, Jaime y su esposa han tomado medidas concretas para sortear los peligros: eliminaron los paseos de los fines de semana en los alrededores de su casa, evitan salir por las noches y solo lo hacen cuando es necesario.
Jaime se va a trabajar siempre con la bendición de su esposa y de su hijo, quien es su mayor preocupación. Recuerda que el pasado 10 de septiembre un niño de 5 años —apenas un poco mayor que su hijo— falleció en un ataque armado a una vivienda en el sector de Primavera 2. Era sobrino de un compañero de Jaime con el que solía jugar fútbol.
Los enfrentamientos armados entre bandas del crimen organizado han incrementado las muertes violentas en el cantón en los últimos años. También han ido en aumento los crímenes y los hechos de terror como el que la ciudad vivió la mañana del 11 de febrero de 2022, cuando los ciudadanos se encontraron con dos cuerpos colgados en el puente peatonal de ingreso al cantón.
El alto índice de criminalidad ha llevado a Durán a ser comparada con las 10 ciudades más violentas del mundo, según el ranking 2022 del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal de México y difundido por el medio digital Primicias.
Su alcalde, Luis Chonillo, ejerce sus funciones a escondidas —lejos de la ciudad, en un paradero desconocido— después de que hubiera un atentado en su contra, apenas un día después de su posesión, el 15 de mayo de 2023. En el atentado murieron tres personas: dos policías que eran parte de su seguridad y el conductor de un camión que transportaba a la seguridad municipal.
La imagen del alcalde con chaleco antibalas y casco de protección es recurrente y esa es una muestra más de la inseguridad en Durán, en donde se calcula que para 2023, los índices de violencia sean aún peores: podría terminar el año con una tasa de 99,7 homicidios por 100.000 habitantes.
Esto la situaría incluso por encima del promedio nacional que, se proyecta, para fines de 2023, en una tasa de 44,9 muertes por cada 100.00 habitantes. Durán tendría una tasa más de dos veces superior.
Todas estas cifras ubican a Ecuador en el top 10 de los países más violentos del mundo, según el Índice Mundial del Crimen Organizado.
Esto ha tenido un impacto inimaginable en la vida de los ciudadanos que se ven obligados a buscar mecanismos de supervivencia para ellos y sus familias, pues los controles de la Policía Nacional y del Ejército no son suficientes para frenar la ola de violencia persistente.
“Las balas llegaron para quitarnos el sueño”
David es un joven de 29 años que reside en la Cooperativa 5 de junio junto a su esposa y sus dos hijos de 3 y 6 años. Este es un barrio popular de Durán en el que predominaban las peatonales, pero con el tiempo se han convertido en calles para tránsito vehicular.
Las constantes detonaciones que se escuchan en este sector le roban el sueño a más de uno. También a David y a su familia.
“Hemos llegado al punto de no poder dormir porque todo está sucediendo a 200 o 300 metros de casa. No es lo mismo escuchar en las noticias que en un sector asesinaron a una persona, a tener que ver videos cerca de tu casa, donde aparecen conocidos e incluso familiares víctimas de estos ataques”, dice David sentado, mientras cruza los brazos con un gesto de preocupación.
David es un trabajador privado en una casa en Samborondón. Es también el responsable de cuidar y proveer para su familia. Además, es un padre comprometido con la educación y el bienestar de sus hijos.
Para él, vivir en Durán se ha convertido en un desafío constante a la muerte. En el barrio donde construyó su hogar se siente la incertidumbre. Los vecinos prefieren callar, pues temen que cualquier palabra malentendida sea una sentencia de muerte.
Hablar de la crisis que azota a este y otros sectores de la ciudad se vuelve complejo cuando no existen garantías para los ciudadanos. Incluso una inocente mención a las víctimas de los atentados asusta a los vecinos que saben que todo puede malinterpretarse y relacionarlos con miembros de las bandas delictivas.
Por eso, ante las amenazas y extorsiones que se escuchan entre las peatonales de la Cooperativa 5 de junio, sus habitantes prefieren el silencio.
David recuerda que en los primeros meses de 2023 sus vecinos aún se sentaban afuera de sus casas a compartir una cerveza. A veces, también colocaban una piscina inflable donde niños y adultos apaciguaban el calor de los domingos en la tarde. El panorama ha cambiado paulatinamente y en junio las muertes violentas empezaron a ocurrir con mayor frecuencia.
Las casas que antes tenían sus puertas y ventanas abiertas, hoy están completamente cerradas por miedo a que la violencia toque a sus habitantes.
“Ya se escuchaba de las balaceras y de las víctimas colaterales, llegó un punto donde conversé con mi esposa y mis niños sobre un plan para protegernos. Ellos saben que deben tirarse al piso o como segunda opción buscar los cuartos del fondo”, cuenta.
La inseguridad ha atravesado los hogares de quienes viven en el cantón Durán. El pasado 14 de julio, hacia las siete de la noche se produjo una balacera a pocos metros de la casa de David. Una bala de fusil cruzó por la puerta principal de su vivienda e hirió a su sobrina Sandy, de 13 años, en la pierna derecha.
El día de la tragedia, Sandy estaba de visita en casa de su tío. David cuenta que ella y su hermano de 7 años veían televisión al momento de los disparos.
“La acción por instinto en momentos así es tirarnos al piso. Mi sobrino de 7 años se levantó con la intención de refugiarse en uno de los cuartos del final de la casa, mi sobrina en un acto de protección corrió detrás de él y logró empujarlo al primer cuarto que vio y ella siguió corriendo hasta el cuarto del fondo, ahí fue cuando se dio cuenta que estaba herida. La bala fue frenada por la pared del baño”, cuenta David.
A pesar del susto y la desesperación que sintieron, Sandy tomó su celular y llamó al 911 solicitando ayuda. Su madre, quien es auxiliar de enfermería, estaba junto a ellos en el momento de la balacera y le dio los primeros auxilios. Hizo un torniquete en la pierna de Sandy para evitar que perdiera sangre.
El momento de la balacera quedó registrado en una cámara de videovigilancia del sector. En la grabación se escuchan las detonaciones mezclados con los gritos de los vecinos que corrían para refugiarse de las balas. El video que dura 1 minuto se viralizó en redes sociales.
David prefiere no hablar de los hechos para no exponer a su sobrina ni a ningún miembro de su familia.
Desde aquel día han pasado más de cuatro meses y la pierna de Sandy ha ido mejorando. La bala no dejó secuelas físicas pero el temor permanece. David cuenta que su sobrina suele entristecerse al recordar lo que pasó aquel 14 de julio y evita que otras personas vean su cicatriz.
El sistema educativo recibe los coletazos de la violencia
La muerte violenta de un niño de apenas 5 años en Durán, durante un ataque armado en el sector de Primavera 2, empujó a empujó a Jaime y su esposa a tomar una decisión: hace 3 meses su pequeño hijo dejó de asistir a la Escuela de Educación Básica Fiscal Iván Gallegos Domínguez, ubicado en este mismo barrio.
“Nosotros como padres no queremos que nuestros hijos salgan afectados por un cruce de balas. La última vez que envié a mi hijo a la escuela había 34 alumnos, hoy solo asisten a clases seis alumnos”, dice Jaime con un tono de intranquilidad en su voz.
Los alrededores de algunas instituciones educativas de Primavera 2 —una zona comercial donde transitan buses que conectan con otros sectores de Durán— han sido escenarios de crímenes. El pasado 4 de julio hubo una muerte violenta afuera de la Unidad Educativa Monseñor Leonidas Proaño.
Apenas un mes después, el 11 de agosto y el 17 de septiembre, hubo dos ataques armados en los alrededores de la Unidad Educativa Federico González Suárez. Uno de los atentados se suscitó frente a la institución dejando como resultado una persona fallecida, mientras que el segundo hecho se reportó en la parte posterior del plantel.
Muy cerca de la Escuela de Educación Básica Fiscal Iván Gallegos Domínguez hubo una muerte al estilo sicariato el pasado 20 de octubre.
Estos hechos que ocurren alrededor de las entidades educativas y son cada vez más frecuentes tuvieron un efecto sobre las clases. El 25 de septiembre de 2023, el Ministerio de Educación decidió aplicar las clases a distancia o virtuales, en 34 planteles de Durán. La medida se aplicó por 3 días.
Las pérdidas para los negocios y el comercio
Los negocios y pequeños emprendimientos también han sido golpeados por la violencia. Los que más aguantan, lo hacen con una baja importante en las ventas.
Para otros la única alternativa que les ha quedado es cerrar sus negocios por tiempo indefinido e incluso abandonar la ciudad por el temor a ser víctimas de extorsiones.
Lucía nació en el cantón Durán, en Primavera 2, el mismo barrio en el que la violencia obligó a Jaime a retirar a su hijo del preescolar. Ella es hija única y creció bajo la protección de sus padres, quienes también son de Durán. Lucía decidió emprender hace 3 años con el objetivo de independizarse.
Con esfuerzo y apoyo de sus padres, logró abrir su local de ropa. La atención y calidad de sus productos la llevó a tener clientes de diferentes puntos del cantón e incluso de ciudades vecinas como Guayaquil. A inicios de 2023 experimentó un crecimiento del 20% en sus ingresos que le alcanzaban para cubrir servicios básicos y alimentos. Le iba tan bien que estaba pensando en abrir una sucursal en otro sector de Durán.
De esos días queda poco. Aunque apenas han pasado 5 meses desde que pensó en expandir su negocio, hoy la realidad es completamente distinta: las ventas han disminuido por el auge de la violencia. La afluencia de personas que visitaba su local no es la misma y su negocio ha perdido clientes.
“Temo todos los días cuando tengo que abrir mi local, pero es lo que me toca hacer porque es mi fuente de dinero con lo que pago mis servicios básicos, la comida”, dice Lucia con la incertidumbre de adelantarse a pensar que quizás mañana reciba un panfleto extorsivo.
Por las noches las avenidas principales y comerciales de Durán se ven apagadas. Pocas personas circulan por los locales de comida, que antes solían estar llenos. Aún así, se arriesgan para evitar perder aún más clientes, dicen.
Mudarse de ciudad no es una opción
Francisco, de 47 años y Carmen de 49 años, están casados hace más de 20 años. Hasta hace 6 meses tenían la costumbre de salir a caminar en las tardes, por los diferentes parques que tiene el sector de Primavera 2, donde ambos residen desde hace más de 40 años.
Durante todos los años que vivieron ahí, este era un sector considerado tranquilo y muy concurrido, sobre todo por los niños que llenaban los parques del barrio los fines de semana.
A medida que la violencia se ha apoderado de las calles, a Francisco y a Carmen les ha tocado cambiar sus hábitos.
Ya no es usual que sus hijos y nietos los visiten, dejaron de ir cuando empezaron a ver los reportes de prensa sobre las muertes registradas en la avenida comercial donde viven. Lo que antes eran visitas familiares se convirtieron en llamadas y mensajes de texto.
En junio de este año, la pareja tuvo que cerrar un pequeño negocio de salchipapas, papi-pollo y milkshakes. Decidieron que era mejor prevenir ser blanco de las extorsiones o peor aún, víctimas de algún enfrentamiento armado.
Hoy, sin negocio y con medidas que nunca pensaron tomar, Francisco y Carmen evitan estar cerca de puertas y ventanas porque pueden significar peligro si hay una bala perdida.
Para ellos, mudarse de ciudad no es una opción: a base de mucho esfuerzo lograron construir el hogar donde crecieron sus hijos y está en Durán. Tampoco tienen los recursos económicos para trasladar toda su vida a una nueva ciudad donde saben que tendrían que empezar de cero.
El encierro obligado
Primavera 2 se ha convertido en uno de los sectores más conflictivos en estos últimos meses. Los vecinos han decidido reforzar la seguridad instalando cámaras de videovigilancia en las viviendas, alarmas comunitarias o rejas, en un intento de evitar que personas extrañas o motorizados ingresen a las vías peatonales.
Soledad es miembro del comité barrial del sector de la primera etapa. Ella ha vivido en Primavera 2 por más de 30 años. Una de las cosas que le gustó cuando llegó al barrio fue su tranquilidad. No se imaginó que alguna vez se incorporaría a la organización barrial para instalar rejas metálicas.
“La crisis de inseguridad que estamos viviendo es una nueva pandemia. Nos ha tocado unirnos con vecinos de diferentes cuadras y recurrir a estos métodos para de alguna manera sentirnos protegidos ante tanta bala que se escucha”, dijo.
Como comunidad han realizado paso a paso los requisitos para obtener el permiso del Gobierno Autónomo Descentralizado para la instalación de rejas convencionales, es decir, con llaves, algunas de ellas codificadas para evitar que extraños puedan sacar copias y entrar sin autorización.
Irónicamente, el cierre de las vías de ingreso ha dado un poco de tranquilidad a las familias, sobre todo a los niños que aprovechan las tardes para salir a los exteriores de las viviendas y jugar sin preocupación. Esto ha generado unión en la comunidad que, además, quiere mantener esa cohesión y busca hacerlo mediante eventos que se organizan cada mes.
Sin embargo algunos vecinos están inconformes porque creen que la colocación de rejas limita la movilidad de los vecinos en las cuadras aledañas donde aún no se habla de una colaboración para replicar la acción.
“Tenemos que caminar por otras calles para llegar a la tienda o algún local comercial de la zona. El camino se hace más largo”, dijo Sandra, vecina del sector.
Es inevitable reconocer que la vida ha cambiado para los habitantes de Durán. Es común escuchar cómo muchos han tenido que implementar medidas de seguridad, instalar sistemas de seguridad y mantenerse alerta para saber cómo reaccionar en caso de una balacera.
El anhelo de todos es compartido: recuperar la calma y la posibilidad de vivir en paz en la ciudad en la que muchos han crecido y progresado.
Autora: María Fernanda Palma, periodista de Durán e integrante de la Red de Periodismo de Investigación de la Fundación Periodistas Sin Cadenas.
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